Relato II: Sin convicción

                                                           Grabado de Juan Luis Buñuel – Johnny got his gun 


Dos palabras que podrían describir brevemente mi vida serían: monotonía y cotidianidad.
No existe recuerdo alguno en mi memoria que destaque por lo magistral. 
El infortunio acompañado del infaltable y patético fracaso, los considero mis dos pilares principales, aquellos que sostienen mi ser.

Desconozco la felicidad, hubo una ocasión que creo haberla sentido por culpa del amor, al final lo único que realmente sentí fue un puñal al corazón.
Todos huyen de mí, a veces hay excepciones fortuitas en las que aparentan socializar conmigo. Pero desisten en cuestión de minutos al momento de verme detalladamente, 
siendo que suele ser mas fácil crear indiferencia antes que soportar compasión. 
Igual me he acostumbrado, pero guardo aún una esperanza, la esperanza que pronto pueda al fin descansar en paz. 
Que las secuelas en mi cuerpo tras la explosión algún día cesen de mortificar.

Hace tiempo escuché que cada suspiro es una parte de vida que se escapa de ti. Por ello no existe día que no dedique largas horas para detenerme a suspirar. Puede que sea verdad, y pronto deje de respirar. .
Cálculo unos ciento ochenta días postrado en ésta cama, incluso puede que sean más. 
La cuestión es la sensación de impotencia sumada a los frecuentes pensamientos suicidas que se mantienen latentes, y los inmensos deseos de llevarlos a cabo.
Tengo trece años, edad prematura para tener que atravesar por una experiencia fatídica de ésta magnitud. 
Apenas comenzaba a conocer lo que era vivir; fue una tarde, dos días después de desarrollarme, la tragedia se cruzó en mi camino.

El impacto de la bomba al ésta estallar arrasó con mis extremidades tanto inferiores como superiores. 
De mí solo resta un despojo humano, aquello que alguna vez fue un joven con expectativas latentes y sueños por cumplir, ahora es solo un saco de carne, órganos y huesos.
 Un ser al que su única salida es morir, debido que mi condición es comparable a la de un juguete al que por diversión se le retiraron sus brazos y piernas. Para después ser arrojado a un rincón, para así ser olvidado por el resto de la eternidad, y remplazado por otro.

Lo anterior encaja perfectamente conmigo. Siendo que a mis padres no los veo hace meses. 
Habría una excusa si no fuese su único hijo; teniendo en cuenta las responsabilidades, compromisos y demás actividades. 
Pero la realidad aquí es que yo no tengo hermano alguno, por lo que soy hijo único. Seguramente ya fui olvidado y posteriormente reemplazado por alguien mejor.

A falta de piernas ya no podré correr o al menos caminar, mi sueño de ser atleta se esfuma. 
Igual que mi deseo de tener sexo por primera vez, a falta de manos ni masturbarme podré.
Estoy cansado, no encuentro razón para seguir despierto. Por momentos añoro quedar sumido en mis sueños y no volver a despertar jamás, 
lo cual sería menos doloroso que agonizar, supongo. Pero en mi estado ambas las he llegado a considerar.
Incluso el pegarme yo mismo un tiro, pero en mi estado obviamente es algo imposible de ejecutar.

Han transcurrido seis meses; lo que equivale a veinticuatro semanas, las que vendrían siendo ciento ochenta días. 
Ya de mí desaparecieron cualquier rastro de esperanza, valor o convicción. En mí interior solo se mantiene un anhelo por sucumbir, cerrar los ojos y dejar de sufrir. 
Procedo a sacar mi lengua en su totalidad, y de un mordisco cercenarla de un tajo voraz.
La sangre comienza a manar, desatada seguramente por una hemorragia que no se detendrá hasta mi último exhalar. .

En la habitación se mantiene un silencio sepulcral, el cual solo es interrumpido por el zumbido de un insecto al volar. Tal quietud abrumadora solo puede tratarse de una cosa, al fin llegó mi hora.

Transcurren los minutos, pero a un ritmo en el que mi agonía se extiende perpetuamente. 
Todo el blanco que destacaba en la bata que cubre mi cuerpo, pasó  a ser un rojo escarlata.
Entonces comienzo a sentirlo; los latidos del corazón cesan su intensidad, la respiración se recorta, la vista se torna borrosa, los pensamientos mueren.




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