Relato XI: En pie de lucha



La plaza aledaña a la gran catedral de la ciudad estaba a punto. El motivo era la visita del presidente de la república, así que todo preparativo era necesario para asegurar la tranquilidad del ilustre visitante.

El jolgorio y la parafernalia estaban en su clímax: bombos y platillos, juegos artificiales, música a todo volumen, consumo de alcohol e incluso el sonido repetitivo de disparos al aire. Formaban todo el cuadro. Gran parte de éste por seguidores del antes candidato y ahora primer mandatario.

A escasas manzanas del epicentro de lo anterior descrito se hallaba instalada la primera línea de los protestantes, ajenos a la festividad del otro inmenso grupo. Éstos inconformes con justas razones por el paupérrimo gobierno del actual mandatario.
Sus voces se alzaban alto con entonaciones, discursos y poemas. Todos con el mismo mensaje, su queja por la indiferencia por parte del estado; la proclama decía:

"Ante un gobierno displicente, autoritario e indolente, nosotros marchamos para que se nos respeten nuestros legítimos derechos. No mas oligarquía, no mas dictadura. Los jóvenes deseamos un futuro digno, no nos callarán."

De pronto una tanqueta perteneciente a la unidad antidisturbios penetró en el lugar donde se realizaba el plantón pacífico, preámbulo a la declarada marcha.
Un torrente disparo de agua a presión procedente de la tanqueta dio de lleno entre los manifestantes aglomerados tras la primera línea. Esto generó una confusión a raudales. La mayor parte de los protestantes se desplegaron en busca de un refugio, mientras el resto, formado por un aproximado de treinta jóvenes se mantenían firmes bloqueando el avance de los antimotines.
Pero estos últimos lanzando gases lacrimógenos sin discriminación alguna conseguían que el número de marchantes se viera reducido considerablemente.

Pronto a la unidad de antidisturbios se sumaron un considerable y risible -tratándose de un grupo de poco mas de veinte marchantes- número de refuerzos conformados por policía y ejército. Tales refuerzos se dividieron en dos bandos, el primero se encargaba de disminuir a los jóvenes que momentos antes se refugiaron, escudándose así del ataque de la tanqueta; mientras que el segundo se unía a la unidad antidisturbios como único objetivo el reducir al resto de jóvenes que permanecía al frente del plantón.

Antidisturbios, ejército y policía atacaban. A los gases lacrimógenos se sumaban disparos de lo que al principio se creyó eran balas de fogueo, pero que en realidad era munición de alto calibre.
Pero los jóvenes  instalados en la primera línea permanecían impasibles. Como si se tratasen de los espartanos en la batalla de las Termópilas, aún enfrentados a una fuerza mayor, aún teniendo el escenario en su contra y siendo superados en número. Mantenían su formación. Su escudo eran unos toneles replegados en tres filas horizontales, una tras de la otra. Con ellos detrás, sin desfallecer, con una resistencia inquebrantable.

Pasados unos veinte minutos de perseverancia resguardando la primera línea, pronto la munición atravesó los toneles que protegían a los jóvenes. Uno tras otro fueron cayendo como moscas al suelo al ser impactados uno a otro por las balas.

Aquéllos que se habían separado del lugar del plantón eran sometidos y trasladados en camionetas con vidrios polarizados y placas ocultas, hacía un destino desconocido. Posiblemente terminarían como falsos positivos en alguna selva lejana o abandonados en fosas comunes. Lo cierto es que la muerte les tendía la hoz sobre sus cabezas, aguardando dejarla caer.

Los cuerpos de los jóvenes que formaban la primera línea, caídos unos sobre otros, amontonados. Parecían cadáveres de judíos esperando ser cremados en la hoguera.
Cinco soldados rasos pertenecientes al ejército, veían con impresión el cuadro frente a sus ojos. Dos de ellos no pudieron reprimir el terror y un quejido de lastima proveniente de dos, logró escucharse.
Acto seguido, tres disparos fueron a dar en ambos soldados, los dos cuerpos cayeron de lleno cerca al montón antes ya descrito.

Finalizado el enfrentamiento un comandante del ejercito hizo aparición, dando ordenes concretas sobre lo que se realizaría a continuación:
-A todos los presentes distribuiremos los cuerpos por calles cercanas a este punto. Cada cuerpo tendrá que tener a la mano o cerca un arma disparada, con  excepción de los dos soldados que deberemos   ante los medios como muertos en combate.

Un soldado conteniendo el no mostrar vulnerabilidad pidió permiso para hablar, y el comandante se lo concedió.

-Mi comandante, pero no parecerá raro que dos soldados armados y entrenados fuesen abatidos sin hacer un solo disparo?

El comandante ignorando éste punto de vista prosiguió.

-Solo estaba presente antidisturbios antes que estos terroristas disfrazados de protestantes arremetieran contra ellos usando armas de fuego. Entonces se pidió apoyo del ejercito. Pero los dos compañeros fueron sometidos y posteriormente ejecutados en un acto de vil cobardía, impidiendo darles oportunidad alguna para siquiera accionar sus armas.
Finalmente en el fuego cruzado se les dio de baja a los terroristas ocultos como protestantes, ¿entendido?

-¡Si mi comandante!

                  
                                                *

Dentro de la plaza aledaña a la gran catedral, el ambiente seguía festivo. El alcohol se olía en el aire, además, del consumo de narcóticos como la cocaína. Esnifar, beber y disparar al aire, se repetía en demasía en el lugar.
Cuatro jóvenes protestantes que buscaban refugio ante el arribo de los antidisturbios contaron con mala fortuna de cruzarse con un grupo perteneciente al colectivo fanático. Ahora se encontraban atados dentro de una de las tantas camionetas pertenecientes a los seguidores ahí presentes. Los jóvenes amordazados sabían que era cuestión de tiempo para que fuesen asesinados, por lo cual sus rostros mostraban un miedo absoluto.

Transcurridas dos horas hizo su aparición el tan esperado visitante. Éste se presentó a la plaza donde daría un discurso además de participar de la condecoración de unos militares; arribó en un convoy militar custodiado por un centenar de soldados, además de su círculo personal de guardaespaldas. Vestía de etiqueta, con su saco y corbata. El negro y blanco, sumado a su abultada barriga daban la impresión de ser un pingüino luego de tomar un festín de pescado. Esto hasta hacerse visible el resto de su anatomía: una cabeza enorme, redondas  mejillas, nariz bulbosa, orejas puntiagudas, manos regordetas y piernas pequeñas. Tras esta descripción su imagen cambió drásticamente, ahora asemejaba a un marrano con atuendo de mayordomo. Esto al menos es lo que cualquiera pensaría al verle. Pero no su fanaticada servil y adoctrinada, para ellos era un dios.
Estos al éste pronunciar su discurso, no escucharían chillidos forzados aparentando perorata. En su lugar, les llegaría un canto a la democracia, un discurso vehemente para el pueblo. El mismo pueblo del que eran parte aquellos que ha escasas manzanas fueron masacrados.

                                                
                                                *


Finalmente posicionado en el estrado, el presidente dio inicio con un discurso en el cual no se contuvo al jactarse auto adulando su gobierno. Éste lo consideraba el mejor en la historia reciente del país. Las provocaciones contra la oposición no faltaron, estás fueron dichas con el uso excesivo de adjetivos y eufemismos.
 Y llegado a éste punto como buen oportunista que era aprovechó el acontecimiento de la marcha reprimida y silenciada para impulsar su imagen.

"COMPATRIOTAS, ME HE ENTERADO DE UNA NOTICIA TERRIBLE. DOS HERMANOS SOLDADOS, DOS HÉROES DE LA PATRIA, HAN MUERTO EL DIA DE HOY. ÉSTOS MIENTRAS NOS DEFENDIAN MURIERON EN COMBATE. AFORTUNADAMENTE SE DIO DE BAJA A TODOS LOS QUE CONFORMABAN ESTA ORGANIZACIÓN TERRORISTA QUE SOLO DESEAN ALTERAR LA PAZ. JUNTOS SEGUIREMOS ADELANTE Y NO PERMITIREMOS MAS VIOLENCIA. EL PUEBLO NO SEGUIRÁ SIENDO DESANGRADO. YO MISMO ME ENCARGARÉ DE ELLO. BUENAS TARDES."

                   

                                               *

El cielo de la tarde se teñía de un rojo sangre que destacaba entre todas las nubes.
La gran comitiva en la que era custodiado el presidente a su regreso al aeropuerto militar, frenó su avance por ordenes del primer mandatario.
Éste avistó algo que sabía podía aprovechar para impulsar mas su popularidad después de los resultados de ese día. Se trataba de una madre con su bebé en brazos, pidiendo limosna en un semáforo cercano.
El presidente confiado que su sistema de seguridad lo resguardaría ante cualquier improvisto bajó del convoy dirigiéndose ante la pobre mujer, ésta parecía que no hubiese comido en días. Su ropa estaba sucia y hecha harapos.

Al presidente le desagradaba la mendicidad, pero no por una cuestión moral. Su posición de alcurnia solo le permitía estar cómodo en cenas y eventos de alta sociedad, pero también sabía que el ser fotografiado cargando en brazos al bebé de una mendiga impulsaría la campaña para su reelección. Solo era anexar a la foto un encabezado como: "PRESIDENTE MISERICORDIOSO CON EL PUEBLO"
Además sería rápido. E incluso si lograba ser educado podría evitarse el tener que gastar un céntimo en tan desagradable ser humano. Le repugnaba siquiera mirar a la mujer.

Mientras tanto a unos tres metros sus guardaespaldas aseguraban un pequeño anillo de seguridad alrededor de ese lugar. La mujer no representaba peligro si sus manos ocupaban el cargar a un bebé.

Al fin se encontraba frente a la mendiga,
así que el presidente procurando ser breve profirió:

-Querida compatriota, he visto tu situación y como puedes ver he descendido para darte mi apoyo. Pero antes quisiera tomarme una fotografía con tu hijo. Esto enternecerá a todo el país y por ello serán mas aquéllos que le brinden la mano a otros como tú.

-A otros cómo yo, dice?
Además de inepto y cínico, también  es clasista.

-Perdón, al parecer me malinterpretaste..

-Es usted un asesino.

-Ja! Si, es así pero que puede hacer un ser insignificante cómo tú?
Yo soy el presidente.

- . . . . .

-Y ahora por lo que me tomé está molestia. Permíteme un momento a tu bebé.

-¿Creé que tiene al pueblo doblegado verdad? Qué no hay nada que hacer.

-Exacto mujer, mejor no pudiste decirlo. Ahora déjame de hacerme perder mi tiempo. ¡Entrégalo!

El presidente agarró al infante al tiempo que pateó fuertemente a la mendiga.
Ésta aterrorizada corrió unos metros hasta desvanecerse en el suelo.
El presidente carcajeó-una risa tosca- y se disponía a llamar a uno de sus fotógrafos cuando notó que aquéllo que traía en sus brazos no era ningún bebé, tanto el peso como tamaño correspondían al de un infante. Pero  se trataba de una muñeca de silicona con un objeto circular que pendía de un collar y una nota pegada que decía:

¡EN PIE DE LUCHA!

Un fuerte estallido se produjo. Ventanas y asfalto se hicieron añicos, quedando vidrios y escombros por el suelo; en el lugar por cuestión de un segundo, pudo verse la figura del presidente desaparecer, como un globo repleto de ketchup al explotar.

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