Relato V: Infortunio

 
  Otoño, de Leonid Afremov.


La mañana irradiaba gracias a un sol poniente en el firmamento. Tan incandescentes eran sus rayos, que los transeúntes circulando  en el asfalto de cemento sudaban a borbotones. 

Atravesando la calzada atestada de autos por doquier, se situaba un edificio. En éste un anuncio con letras fulgurantes, posiblemente por efecto de los potentes rayos al penetrar en él. Al fijar la vista se podía leer: ''funeraria muerto al hoyo''
De dicho edificio un hombre salía de sus instalaciones. Un individuo con aire ensimismado y colérico, cavilaba portentosamente. Sus soliloquios eran de tal grado sonoro, que cualquiera que se aproximara lo suficiente lograría escucharlos con atención. En leves pero comprensibles susurros él decía:
-Maldito capitalismo, siempre debe estar el dinero por encima del bien común de las personas. Solo fueron quince días de retraso en el pago de mí velorio y cremación, cómo puede ser eso motivo para que se pierda esto junto a todo el dinero que hasta ahora he cancelado para ello.

Tras ésta última palabra el sujeto se quedó callado, previendo que alguien se aproximaba a la entrada de la funeraria en la que él aún aguardaba.
Se trataba de una mujer con aire altivo, llevaba un traje rojo que centelleaba por el inclemente sol que hacía esa mañana. La mujer se aproximó, deteniéndose unos instantes en la entrada. En ésta se remarcaban las arrugas en su rostro demacrado. Aparentaba unos ochenta años aproximadamente, pero por su vestimenta y actitud, lo mas probable es que se sintiera con solo medio siglo de existencia.

El individuo se quedó pasmado contemplando a aquélla mujer. Algo en ella emanaba muerte, y al encontrarse a punto de ingresar a una funeraria, era como si una polilla atraída por el brillo del fuego, se lanzase de lleno a su deceso.
Sintiendo repelús, el hombre apartó la mirada de la mujer y se dispuso a caminar. De ésta forma pensó, podría disipar la sulfatación e impotencia que en él se acumulaban.
Cruzó la calle situada frente a la funeraria, la cual daba a un parqué que a esas horas se encontraba vacío, aún siendo el perfecto resguardo para el sol tirano que azotaba esa mañana.

Sentado en una banca en la que la sombra de un gran roble lo protegía, el hombre tomó una pose de pensamiento y se dejó llevar por su mente.
Tras unos quince minutos de reflexión, finalmente había llegado a una resolución. Debido a que todo su empeño para asegurar sus gastos mortuorios fue  infructuoso por retrasos en el pago, y habiendo sido despedido de el empleo que le había servido para costear todo. Además de no tener esposa e hijos que velaran por él. Había decidido adelantar su empresa de hace meses atrás cuando había emprendido la tarea de dejar pago todo lo correspondiente a la funeraria. De esta forma sus padres no tendrían que cargar con gastos de cementerio cada tres años. Al final de cuentas, muerta la persona lo mas sensato para el bolsillo y para sacar provecho del difunto era la cremación. Era preferible que sus restos fuesen usados para abonar plantas, que como excusa para sacar dinero por temporadas. Por algo la muerte es el negocio mas prospero.

Pero ahora que no podría ser cremado, y para así evitarle dolores de cabeza por dinero a sus progenitores tras su partida de éste mundo. Debía llevarse a cabo una muerte planeada y meticulosa, cerciorándose de no dejar cabos sueltos que resultasen en una victoria para cualquier funeraria.
Llegado a éste punto, nuevamente se centró en sus pensamientos para así idear su estrategia.

Cualquiera que fuese la manera en que se quitaría la vida era lo que menos le importaba, aquello que realmente lo exasperaba era conseguir una forma que no dejase tras si modo o manera de reconocer su identidad.

Placas dentales, huellas digitales, sangre, cuero cabelludo e incluso cicatrices eran detalles que no podían pasar desapercibidos, de ahí lo bello de la cremación. Al incinerar todo el cuerpo, con éste no  quedaría nada mas que cenizas.
Cavilaba con arduo fervor pero seguía sin deslumbrarse una solución, permaneció en éste estado hasta que algo atrajo su atención.
Justo a unos cien metros de su ubicación, una camioneta se había detenido, emergiendo de ésta dos hombres con proporciones colosales de tamaño y contextura. Lanzándose sobre un tipo con aspecto de alto ejecutivo que en ése instante caminaba por el lugar. Tras dormir al empresario con un trapo que seguramente tenía impregnado cloroformo, los dos gorilas subieron al vehículo a aquél que ahora con seguridad desaparecería. Al menos eso intuyó el hombre que contempló toda la escena.

Algo dentro de sí brotó, con la velocidad de la bala al salir de un arma, en su mente se presentó la tan anhelada idea.
Contrataría a quienes  acabaran con su vida y lo desaparecerían, así de simple. Encontraría el contacto de unos asesinos, les pagaría para que lo asesinaran, y por último, que no dejasen rastro de él.

                      

》Las siguientes son las instrucciones a seguir para dar con el hombre al que se le realizará el trabajo, además del lugar en el que éste se encontrará. Sin excluir la fecha y hora exacta.
El individuo vestirá de traje etiqueta: saco, corbata y pantalón de tela. Todo de negro. Estará el día 24 de marzo a las 14:30 pm en el parque los olmos, sentado en la banca situada al lado oeste de dicho lugar. La misma que se encuentra justamente debajo del gran roble.
Su paga ha sido consignada hace días, aguardo que el trabajo se realicé sin contratiempos. Por último no olvidar desaparecer todo rastro de existencia de dicho sujeto.《

El 24 de marzo arribó tan abruptamente que apenas se sintió el paso de los días.
En el parque acordado, justo al lado oeste de éste, en la banca bajo el gran roble. Se encontraba sentado un hombre con traje: saco, corbata y pantalón. Todo de negro.
Daba la impresión de ser un empleado de pompas fúnebres o incluso del mismísimo Lucifer aguardando para asistir a una fiesta de gala.
El reloj daba las 14:20 pm. Solo era cuestión de diez míseros minutos para dar con acabada su existencia en éste mundo, lleno de crueldad e injusticias; ahora ya no importaría que funerarias corruptas se jactasen de haberle burlado, ya que ahora él desde el mas allá sería quien carcajearía de gusto al haber llevado a cabo su plan; y desde lo mas alto, dando saltos de dicha escupiros un gargajo imperceptible que caería sobre sus rostros.

Hacía una brisa de lo mas refrescante, las ramas de los árboles se estremecían, las ardillas rezagadas e inmóviles vigilaban como si sospecharan que algo estaba a punto de suceder. El hombre aguardaba el momento con una calma y mesura que aterraban, dando la impresión de tratarse del cerebro tras ésta  maléfica empresa, y no de la víctima. Pero él mismo era tanto el lobo como la oveja.
De repente, el hombre sintió el sonido de  alguien que lloraba, aquél se aproximaba cada vez mas hasta finalmente dejarse ver tras unos arbustos en los que probablemente se había ocultado. El sujeto que hizo su aparición parecía un reflejo, debido a que tanto estatura, aspecto y vestimentas eran idénticas de aquél que aguardaba sentado en la banca. Éste no pudo ocultar su sorpresa y desagrado al ver como se podía ver malogrado su plan. Así que con rapidez se levantó de la banca, se encaminó al sujeto que pareciese  imitaba su persona hasta en los mínimos detalles, y le imprecó por atreverse a aparecerse ante él.

El individuo que hizo su aparición, lloraba desconsoladamente, al tiempo que una borrachera obvia lo dominaba. Un olor a alcohol emanaba de él, consiguiendo que todo a su alrededor quedase impregnado con aquél intolerable hedor.
El hombre sentado en la banca había llegado ante el borracho, y sin perder un instante debido a que el tiempo apremiaba le dijo:
-Oiga usted, le parece muy gracioso el vestir igual que otro y no conformándose con ello, tener el descaro y la desfachatez de presentársele para así burlarse en sus narices?

El borracho, tambaleándose tras cada paso que daba, parecía indiferente, pero escuchó todo. Esperó que terminaran de reclamarle y respondió:
-La mujer que amo, la única mujer que he amado en la vida, mí pastelito, acaba de plantarme en el altar. No gusto de bromas.

Aquél que hasta hace unos minutos aguardaba sentado en la banca, sentenció:
-¡Por Dios! Cuanto lo siento, asumo que debe ser doloroso vivir algo así, mis condolencias. Pero créame amigo cuando le digo que si no desea que su día se torne mas gris, le aconsejaría alejarse lo mas pronto de éste  parque, es por su bien.

El borracho que luchaba por mantenerse en pie, se impresionó de lo que el otro le acababa de decir, pensando que se trataba de una amenaza. Teniendo tristeza y despecho aún vivos, y ahora tras tales palabras, la rabia en él se desanudó. Todo aquello acumulado se canalizó en su puño derecho, que en un excelente uppercut fue a dar al rostro del hombre que hasta hace poco en la banca del parque aguardaba.

El golpe fue propinado justamente en su nariz, con tal vehemencia, que el dueño del puño debió en su juventud ser algún tipo de boxeador.
La fuerza del impacto lanzó al hombre hacía unos arbustos situados ha poco menos de cuatro metros de la banca, perdiendo la conciencia y quedando oculto tras los frondosos matorrales.

 
                                            


El chirrido de los grillos despertaron al hombre noqueado, torpemente logró incorporarse dentro los espesos setos. Ya de pie y recobrado el sentido recordó lo acontecido, y un sudor frío se manifestó en su espina.
Pero no, que probabilidades habían que aquél borracho indignado y luego con orgullo de victoria tras golpearlo, se hubiese quedado justamente en el lugar acordado para los asesinos. No, seguramente siguió su camino.
Con éste análisis quedó satisfecho, entonces quitándose polvo y restos de hojas de la ropa, buscó la salida del bosque para así tomar un taxi que lo llevase a casa.

                                              
》 》 》》 

Llegó a su apartamento, se desnudó y rápidamente entró a tomar una ducha caliente. Al menos ésta era su rutina tras un día agitado e infortunado.
Antes encendió la televisión, donde daban un programa sobre remodelaciones de viviendas. En pocos minutos inició un avance de noticias, informaban sobre la ola de delincuencia que azotaba a la ciudad; un empresario con un alto cargo en la industria textil había sido secuestrado y se recompensaba por información al respecto; la novia lo dejó plantado en el altar, refiriéndose a un reconocido  conferencista que tras el hecho, había desaparecido sin dejar rastro.

                                   


Fuera de la ciudad. A unas millas, penetrando en un desértico paraje, aislado y desolado de todo vestigio de población. Se notaban los últimos rastros de pisadas. Éstas terminaban en un montón de rocas situadas cerca a dos cactus y un agave. El viento se encargaba de borrar lo que restaba de dichas huellas.
Cerca, en el fondo de un acantilado, dos buitres se batían por los restos maltrechos del saco negro perteneciente a un traje de etiqueta, con rastros frescos de sangre; en la lejanía el aullido del coyote anunciaba la llegada de la luna llena.

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