Relato III: Talion

 

                                                                                                         Latescape” por Luca Storero 


Antes de salir de su casa para así dar inicio al retorno a sus jornadas laborales, Larry se cercioró que nada le faltase, ante todo algo que le caracterizaba era lo metódico, recursivo y organizado de su persona.

Llevaba su cubre bocas, traía consigo sus lentes, tenía puestos sus guantes y al tantear su bolsillo corroboró tener su atomizador con alcohol.

Era una mañana calurosa de abril, el termómetro arrojaba mas de 32º grados centígrados; además la humedad en un 40 % por ciento daba la sensación de recorrer un desierto con el sol en su posición mas elevada.

Sólo bastaron unos metros recorridos para que Larry sintiese que le faltaba el aire, lo caldeado del ambiente en esa mañana lograría  sofocar en instantes a un camello adulto y a la vez freír la grasa  dentro de su joroba. Pero Larry desvariaba, el calor conseguía que sus pensamientos fuesen tan absurdos como fallos en lógica.
Llegado a un punto de su pausa para descansar, el tomar aire a través de su cubre bocas era todo un reto.

Transcurridos unos quince minutos dejó su posición rezagada, tomó hondamente una última bocanada de aire y retomó su recorrido; en el trayecto hasta la parada de autobús a Larry le volvió el ánimo y poco a poco su mente recobró su lucidez.
Ya sentado en la parada de autobús, la inconsciencia y necedad hacían su presencia: unas personas sin cubre bocas, alardeando sandeces deportivas; hombres pegados unos con otros entre sí con tal apego y cariño que daban la impresión de ser amantes homosexuales; niños tirados en el suelo tocando por doquier y luego introduciéndose los dedos en la boca, mientras sus madres le daban mas relevancia a el galán de la telenovela nocturna.
Tal espectáculo de desfachatez e indiferencia perduró hasta el arribo del autobús, y el cual persistiría en todo el viaje.
                
Larry subió, buscó un puesto desocupado y tomó asiento junto a la ventana; fue cuestión de un kilometro de recorrido para que se desatara una lluvia torrencial de tal grado que todas las ventanas del autobús fuesen cerradas. La temperatura ambiente descendió y Larry suspiró de satisfacción. Pero tal estado se esfumó en el momento que el olor a cigarrillo fue percibido por sus fosas nasales. Al percatarse que el origen del olor emergía de su compañero de al lado, una vena coloreó la frente de Larry.

La lluvia implacable en el exterior del autobús impedían a Larry poder abrir su ventana, para que así el humo proveniente de su vecino fumador circulará en vez de instaurarse formando una nube a su alrededor.
Era tal la cantidad de humo despedido por aquél sujeto que por un instante de ensoñación producto del mismo humo, Larry logró verlo como a una chimenea mecanizada ambulante. Le recordó al hombre de hojalata del maravilloso mago de oz; pero como una versión oscura, ruin y desagradable. Como si la falta de corazón, lo compensara con el humo grisáceo y maloliente que brotaba constantemente de él.

Consultó su reloj, notó que solo habían transcurrido quince minutos de recorrido, cuando para él se había sentido como una eternidad. En ese momento la vena que adornaba su tez se tornó mas vistosa.
No soportando mas la situación, se dirigió a su acompañante. De manera cortés le dijo:

-Disculpe, ¿podría dejar de fumar? Si no lo ha notado, tiene el autobús atestado con el humo de cigarrillo.
El hombre, que tenía un cuello ortopédico, vestía de traje gris y traía brackets, terminó el cigarro que fumaba arrojando una bocanada de humo directamente al rostro de Larry. Tras esto, una carcajada tal se originó de éste sujeto, que la risa rezumbó como un eco a través de todo el autobús.

Como si se tratase de un virus infeccioso, la risa estridente contagió al resto de pasajeros. Todos al unísono, hombres, niños y mujeres no cesaban de reír.
La próxima era su parada, le aguardaba su destino final, así que, ahogando su cólera debido a la humillación sufrida. Larry se puso de pie, tocó el timbre que da aviso el frenar, y bajó del autobús. La sublevación era tal que hasta olvidó la lluvia, caminó unas cinco cuadras hasta llegar a su trabajo. 

 》》》》                                                       

Sentado en la parada de autobús tras finalizado su día de trabajo, Larry solo añoraba regresar pronto a su casa para así al fin descansar de un día tan turbio y agitado.
Incluso había olvidado lo sucedido en el autobús, tanto así que en su mente solo permanecían latentes los balances y operaciones matemáticas de un día mas.
Al subirse al autobús, la escena vivida en la mañana se manifestó en su mente: se alteró, sudó, refunfuñó y hasta el labio se mordió. Pero al analizar que las probabilidades de que ésta se repitiese eran nulas, porqué no habían mas que cinco pasajeros además de él, y ninguno de éstos era aquél personaje que el solo recordarlo le revolvía las entrañas. Así que tomó asiento nuevamente junto a la ventana y procuró disfrutar el viaje.

El bus había recogido un nuevo pasajero, esto lo sintió Larry mientras degustaba una siesta. Soñaba que era un pájaro que surcaba el cielo, revoloteando por doquier. Era un sueño reparador.

Volaba por los cielos, vivamente trinaba a los demás pájaros que lo acompañaban. De pronto, una especie de neblina ocupó todo, además de una tórrida emanación pestilente que asemejaba al olor a tabaco. De repente, se despertó con la sorpresa de encontrarse acompañado de la última persona que hubiese imaginado; ni Macbeth quedó tan pasmado tras presenciar al fantasma de Banquo, como lo atónito que estaba Larry ahora. Se rememoraba la pesadilla, nuevamente sería ofendido. ¿Qué podría hacer?

El recorrido transcurrió unos ocho minutos sin alterarse en absoluto, Larry absorto en sus pensamientos procuraba evitar contacto visual con su acompañante. Mientras tanto, éste culminaba su primer cigarrillo.
Terminado de fumar, lo que hizo a continuación fue tocar amablemente el hombro de Larry como si de un amigo se tratase, al tiempo que inició a hablar.
-Sabes, eres un tipo ordinario. Te levantas en las mañanas, te aseas, te cambias,  desayunas, estás pendiente al mas mínimo detalle de etiqueta y moral, y así transcurre tu vida. Monótona y patéticamente. O me equivoco?
Larry no pronunció palabra alguna, en su frente se marcaba una vena que podía apreciarse su latir.
El sujeto prosiguió.
-Tu silencio corrobora mí apreciación respecto a tu vil e insignificante ser, amigo, me das lástima. Y cuando alguien como tú, con sus modales y educación me dirige la palabra, mí respuesta es la misma. Cerrarle la boca de la forma mas deplorable posible.
Pero debes admitir que fue fabuloso cómo toda esa gente me siguió en coro. Tu simplemente, fuiste el bufón de mí formidable acto.

Larry tenía tal tono de color en su rostro y su seño tan fruncido, que era obvia la ira, su sangre hervía.

El sujeto concluyó con lo siguiente:

-Bueno, fue un placer histriónico, imbécil.
¡Oh!, casi lo olvido toma.

El sujeto con gran facilidad se retiró el cuello ortopédico, y se lo lanzó a la cara a Larry.
Luego osciló su cabeza sin dificultad, y sonrió. Demostrando así que todo éste tiempo fingía.

Se levantó del asiento dispuesto a dar aviso de que se bajaba en ese lugar, cuando sintió que alguien le tocaba la espalda. Al girarse algo estalló en su tabique. Se trataba de la colilla del último cigarrillo fumado, ésta ardía ahora en su rostro. Y Larry era quien la manipulaba con ardua satisfacción.
El sujeto no comprendía lo que sucedía, hasta que le apagaron toda la colilla. Entonces reconoció al culpable de todo, éste frente suyo se reía tan espontáneamente que era inevitable no sentir ganas de acompañarlo.
Los pasajeros del autobús desataron carcajadas de tal magnitud que incluso personas que circulaban las calles cerca al autobús se unieron al concierto de risas.

El sujeto, con el rostro lleno de restos de cenizas lloraba atrozmente, pero no debido a la colilla. La causa de su llanto era la vergüenza. Vencido, humillado y desconsolado, bajó, perdiéndose rápidamente entre la multitud que persistía en reír jocosamente.


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