Relato XIV: Parca



Harán dos años, o tal vez tres, que a la misma hora y, en el mismo lugar. Tomaba asiento un anciano singular: su contextura decrépita anunciaba su pronto deceso; emanaba una tristeza gris, tan gris como los escasos cabellos que aún adornaban su cabeza; las arrugas en todo su cuerpo eran mas notables que el arribo del ocaso anunciando la partida de un nuevo día; la única excepción eran sus ojos, estos  brillaban como una hoguera en la noche.

El anciano permanecía horas sentado en una banca del parque municipal, absorto en sus cavilaciones mas profundas; mientras suspiros hondos afloraban de su ser: sus gesticulaciones eran la prueba fidedigna de ello.

Fue en uno de estos días que me atreví a abordarlo para conocer su historia. ¿acaso sería inoportuno de mi parte, debía mejor hacer caso omiso a su presencia y respetar su espacio?
Éstas interrogantes me hicieron dudar de mi empresa al inicio, pero, tal era la intriga que despertaba en mí, que finalmente me decidí.
Me aproximé con cautela, procurando evitar producirle una emoción muy fuerte y, estando frente a él, inicié la conversación con un simple saludo:

-Hola, ¿qué tal?

Su reacción fue distante e indiferente, incluso, por un segundo logré  atisbar algo de recelo; luego en su rostro no hubo asomo de reacción alguna: como si de una estatua esculpida se tratará, se había resignado a ser abordado por un impertinente mequetrefe que profanaba su espacio.

Siendo obviamente ignorado, me limité solo a tomar asiento a su lado. Había algo en el anciano que me inquietaba hasta la médula.
Tras unos minutos hice un nuevo intento de hablarle, esta vez usando el recurso de un comentario.

-Las nubes siempre me han parecido enigmáticas; sus formas, en ciertas ocasiones son figuras singulares.

En esta oportunidad hubo una nueva reacción de su parte. Un gesto de displicencia que me causó pavor.
Pero, inmediatamente el anciano se dignó finalmente a hablar.

-Hace tiempo que ninguna persona me determinaba, era como un fantasma para todo aquél que. . No, mas bien, me trataban como un leproso, todos evitaban mi presencia o compañia.

Estas palabras del anciano, llenas de una sinceridad gélida, me calaron hondo. Un nudo ciego se formó en mi garganta, impidiéndome proferir silaba alguna.
Tras carraspear hondo, pude continuar la conversación.

-El humano puede llegar a ser ruin, detestable e infame.
Un ejemplo serían mis padres, ya que fui abandonado al nacer; la providencia me salvó, de no ser por un empleado del aseo que corroboró una de las bolsas de desperdicio, no estaría aquí ahora. A su lado, sentado en esta banca, apreciando éste paisaje.

El anciano, que hasta el momento no había cambiado su semblante, hizo una mueca de desagrado.
¿Acaso no existía lugar para algo de bondad en su frío corazón?
Continúe hablando.

-En ocasiones, tal vez en días como éste, me pregunto si el ser salvado estaba predestinado o simplemente fue producto de la mera casualidad.

En esta oportunidad el anciano se quedó mirándome, su mirada tan vivaz me examinaba como tratando de hallar falsedad en mi interior: me recordó al sastre entregado a las medidas  de un traje o al chef que se cerciora de la limpieza de su cocina.
Pasados unos minutos, retomó la conversación.

-Quién escapa a la muerte queda en deuda con ella. Hoy o mañana,  de inoportuno, cuando menos lo esperes, ella vendrá a saldar cuentas. Es inevitable.

Tras estas palabras, una sonrisa se gesticuló en el rostro del anciano y, aquellos ojos que desde el principio parecían no perder su vida, irradiaron con un destello.

Me encontraba frío: los latidos del corazón eran hilarantes, el sudor cubría mi frente a cantaros y, se me dificultaba el respirar. Como pude me puse de pie, me despedí del anciano -del cual no obtuve respuesta-; y trastabillando a cada paso, me alejé de su presencia.
Tras varios pasos volví la mirada hacía la banca, que ahora en lugar del anciano, había una figura con túnica totalmente oscura, sosteniendo una hoz del doble de su tamaño; la mano que agarraba la guadaña se hallaba totalmente en los huesos.
      
 



Comentarios

  1. Me gustó mucho la atmósfera lúgubre que se percibe y el tono pesimista. Está bien logrado, sólo faltan algunas correcciones de estilo, pero bien como narrador.

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    1. Agradezco tu impresión e invito a leer mas de mi blog, tengo tanto reseñas literarios como otros relatos. Saludos!

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