Relato XVII: Treinta días



Amanecía un miércoles primero de septiembre, en el cielo grandes nubarrones grises eran como un mal presagio para este inició de campaña; al este, el sol ya anunciaba el inicio de un nuevo día.

Todas las tropas allí reunidas interactuaban y departían a gusto como preparándose para la inevitable empresa que les aguardaba y correspondía asumir: Su valor y compromiso así se los dictaba a algunos, el patriotismo a otros.

Cuando el reloj marcó las 0700 todos los soldados, desplegados en la hierba: sentados sobre sus maletas algunos, en cuclillas otros mas, se colocaron firmes y en marcha ante la orden del comandante al mando.
Trescientos hombres presentes se dividieron en doce pelotones de veinticinco hombres, cada uno al mando de un superior encargado de velar por el orden, desempeño y cumplimiento de aquellos a su mando.

En un instante, aquél lugar pasó de estar habitado por tres centenares de soldados a solo dos secciones de las compañías anteriormente formadas.
El teniente al mando de la compañía procedió a dictar las instrucciones con su locuaz y portentosa voz; todo el eco alrededor se acrecentaba mientras que el militar hablaba, inclusive varias aves salieron despavoridas de unos arboles aledaños al lugar. Los soldados mantenían firmes su posición al tiempo que estaban atentos a su superior.
Tras finalizada la alocución la compañía avanzó internandose en la inmensa jungla del congo, con sus más de 700.000 kilómetros cuadrados extendidos por la república Democrática del Congo, República del Congo, Gabón, Guinea Ecuatorial, Camerún y República Centroafricana.

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Miércoles 15 de septiembre.

La compañía delta conformada por cincuenta soldados a mi mando, se internó hasta lo mas profundo de la jungla en espera del arribo de las cinco compañías restantes, pero estás se han retrasado mas de una semana del día acordado.

Se nos terminan las provisiones.

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El teniente Bonachera, encargado de la compañía alfa, se encontraba en un momento de indecisión, debido al panorama que afrontaban aquellos a su mando. Tras internarse en la jungla del congo, pasada la primera semana, de sus cincuenta  hombres, treinta habían desaparecido sin dejar rastro alguno -era como si se los hubiese tragado la selva-; ahora, tras una ardua busqueda, habían logrado hallar todos los cuerpos desplegados en un área de cinco kilómetros; el teniente Bonachera y el resto de hombres contemplaban con horror los últimos diez cuerpos encontrados. Estos despojados de sus vestimentas, se encontraban unos encima de otros.

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Domingo 19 de septiembre.

Las compañías beta, gamma y epsilon han sido emboscadas por algo indescriptible. Mis hombres y yo solo pudimos permanecer resguardados a una distancia de trescientos metros selva arriba. Mientras aquéllo -sea lo que sea-, degustaba un festín de ciento cincuenta hombres totalmente armados: los gritos de soldados, disparos por doquier y alaridos guturales de "aquello" formaron una confusión y angustia, que ni en Irak llegué a vivir.

Permanecemos en nuestra posición aguardando apoyo. ¡AUXILIO!

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Jueves 23 de Septiembre .

La compañía zeta al mando de mi persona: el teniente Tomasello. Finalmente, tras tres días y cuatro noches de terror, logramos abandonar nuestra antigua posición -convertida en campamento temporal-; pasadas dos horas de trayecto hacía el lugar en el que acontecieran los hechos anteriormente mencionados, nuestros hombres y mi persona hemos presenciado una escena dantesca.
En un perímetro de kilómetro y medio. Unos desparramados por el suelo, otros colgando de las copas de árboles, y algunos restantes, formando un cúmulo. Como los cadáveres pertenecientes a las compañías epsilon, gamma y beta, fueron identificados.

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Un coyote -sagaz animal- tras la que sería su única presa en días, no hubiese logrado la agilidad y reacción mental que el teniente Bonachera demostraba al huir de un ataque enemigo inesperado.
El resto de la compañía a su mando, conformada por veinte hombres, quedó acorralada en medio de la acometida ejercida por algo invisible.
Como moscas, uno a uno, sin contemplación por parte de "aquello". Sus hombres cayeron muertos.

Las armas descargadas en su totalidad, granadas haciendo explosión por doquier, fueron en vano. Era una lucha dispar, como si enfrentaran al viento.
Bonachera, creyendo que ya se encontraba a salvo, se tomó un descanso. Descargó su arma, intentó aplacar un poco la adrenalina que aceleraba los latidos de su corazón, y finalmente se acostó en la copa alta de un vetusto árbol que le concedía un buen camuflaje.

A medía noche un ruido lo despertó de su letargo, se arrojó sobre el arma que descansaba a un costado suyo, inhaló profundo y guardó silencio. .

La jungla de noche es una pesadilla difícil de describir explícitamente, ya que siempre habrá algo que se le escape hasta al mejor escritor. Imaginen este tipo de experiencia en persona: sintiendo como la incertidumbre consigue que el corazón quiera escaparse del pecho. El sudor frío recorriendo toda la frente, por la agitación que produce el miedo.
En este estado se encontraba el teniente Bonachera, cuando tras un movimiento en falso, aquello invisible a su ojos le  asestó en su pecho, lo que el teniente durante su agonía logró reconocer como unas garras. Estas incrustadas ahora en él, excavaban en busca de su corazón. . Ese tan valeroso, con el cual afrontó tantas guerras.

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Viernes 24 de septiembre.

La compañía delta ha caído. Fuimos atacados por algo en las tinieblas de la noche, tras mas de dos semanas de espera del resto de compañías. Como pudimos, descargamos nuestra munición hacía aquello que permanecía oculto en las sombras, moviéndose con rapidez inhumana y asesinando a cada uno de los soldados que lo enfrentaban.

Sangre, miembros, cabezas y vísceras eran arrojados por los aires; de una compañía de cincuenta hombres, al final solo quedo yo en pie. Me encuentro oculto gracias a las heces de gorila de montaña que camuflan mi olor, pero sé que es cuestión de tiempo para que perezca sea por lo que nos está cazando o de hambre.

A mi familia quiero decirles que los amo. Julia perdóname, no podré cumplir mi promesa. Sean felices.

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El Teniente Tomasello se auto proclamaba un vidente, y tenía argumentos de peso para semejante confianza en sí. Jamás en su vida se había equivocado con un pálpito, y ahora había tenido uno.

Con su voz inconfundible se dirigió hacía la compañía zeta, para hacerles saber el plan a seguir. Él sabía que nadie mas que los ahí presente seguían con vida, por ello se ahorró las consideraciones y fue al grano.

-Señores, estamos en el menú de lo que sea que vive en esta selva. Por ello, nuestro principal objetivo es sobrevivir a toda costa.
Tenemos una ventaja. Al haber sido la última compañía en internarse en la jungla, debido aquél retraso de dos días por el que podría decirse aún respiramos.
A continuación intentaremos llegar al límite de la jungla en busca de la mejor salida.

La compañía obedeció al militar al mando, desconociendo que este -ignorandolo- los llevaba hacía su perdición.

Pasadas ocho horas la compañía zeta había logrado llegar al límite de la jungla. Exhaustos, cabizbajos, sudorosos y hambrientos, los soldados no podían dar un paso mas, y esta fue la razón de lo fácil y rápido que -casi en su totalidad- fueron aniquilados por "aquello".

Ni Shakespeare con su magistral pluma e invención para lo trágico, o Goya con todo su talento para dar vida a cuadros inquietantes, hubiesen podido describir el destino final de la compañía zeta.
Esta había sido reducida a una masa compacta de carne, grasa y sangre, formada por los cadáveres de los soldados masacrados sin contemplación.

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Martes 28 de septiembre

Informe de víctimas.
Tras lograr llegar al punto acordado junto a la compañía zeta, fuimos acorralados por aquéllo que probablemente también asesinó al resto de compañías. Durante la masacre, en la confusión de disparos, cuerpos despedazados y sangre, mi persona y un pequeño grupo de nueve hombres, logramos escabullirnos en escondites distintos. Por mi parte usé varios cadáveres desmembrados de mis compañeros para ocultarme de nuestro enemigo, y usando una pajilla artesanal logré mantener la respiración entre el montón de cuerpos a mi alrededor.
Desconocemos si saldremos vivos. Solo restan cincuenta y ocho horas para que terminé el mes de septiembre. Nuestra meta desde un principio era superar la jungla para el primero de octubre.
Lo intentaremos, aunque tengamos presente que es una misión suicida.
A mis padres e hijo, espero sepan excusar mi probable partida. Permanecen en mis pensamientos.

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En un último S.O.S por parte de la compañía delta. Hemos enviado un helicóptero Apache en busqueda de posibles sobrevivientes, hacía la jungla del congo.
Un equipo de operaciones especiales se encargó de rastrear el recorrido hecho por la seis compañías, encontrándose así todas las bitácoras anteriormente expuestas.

Se desconoce el causante o causantes de estas atrocidades, primero por las nulas descripciones del enemigo en los escritos hallados, al resumirlo de manera escueta, solo como "aquello".  A excepción de una posible habilidad para no ser percibido por el ojo humano. Tal vez un halo de invisibilidad.

Cinco hombres han sido hallados en la frontera con Uganda, país que limita al éste de la república del congo. Lugar por donde habría iniciado la expedición.
Un grupo de mercenarios los habrían resguardado tras encontrarlos arrastrándose a escasos metros del límite fronterizo.

Físicamente, los cinco con severas laceraciones en sus cuerpos, dos con extremidades cercenadas, y tres que presentaban síntomas de la malaria, producto de la picadura del zancudo Anopheles.

En al aspecto psicológico, traumatizados, con episodios de ansiedad y pánico. Probablemente las secuelas que quedarán en ellos por siempre.

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