Ella

     Pintura de Laura Butera.



Así como la orquídea hallada en lo mas profundo de la selva. El arcoíris que ilumina el cielo tras una pavorosa tormenta. El diamante que cuesta esfuerzo y dedicación encontrar; tal fue la impresión ante tu hallazgo, fémina de encantadora sonrisa, benevolente atención y encanto sobrenatural.

Sería exagerar pero mi fuero interno padecía constantes arrebatos e inclemente pesadumbre; fuera por la despiadada monotonía que -muy a pesar de aquel que disfruta de la reclusión-, cuando converge con la soledad, desencadena todo un océano inmisericorde de pavor, ansiedad, tristeza, decepción. . Océano mismo que colma y rebosa el corazón.

Era mas un saco de carne y huesos, sin ánimos, interés o resolución alguna.
Llegué incluso a considerar el no perpetrar mas esto, hasta ese día que el destino cruzó nuestros caminos.

Tus ojos que, con tan brillante fulgor parecen dos centellas en el firmamento; tú sonrisa, cuán bengala de auxilio ilumina de esperanza los ojos del náufrago en alta mar; aquéllos labios, tan vivos, son una invitación al beso.

Pronto, tras conocernos mas, tendríamos al igual que las aves en su nido. Consumar la pasión; con el corazón apoderado de rimbombantes latidos, exploré detalladamente tú desnudez: tu ombligo era un cántaro redondo donde se podría degustar vino.

Tu vientre, espigas de trigo, adornado de flores.

Sean tus senos. . . Como apetecible gajo de fruta fresca.

La fragancia de tu aliento comparable al del aire matutino.

Un suspiro acompañado de una grata sonrisa.

Un sentimiento de júbilo muy parecido al desasosiego que, trae consigo los limites del ejercicio.

Un último beso a los labios de la mujer que, con su exquisita belleza y avasallante carisma, aplacara mi atribulado ser.

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