Relato XXI: Sufragios


 

Un día domingo del mes de Marzo, en el transcurso de cierto año. Durante las votaciones para la elección del congreso de cierta república latinoamericana.
En uno de los tantos puntos de votación de una población en el interior del país. Dos hombres mantenían una conversación airada.

- Déjame ver si entiendo, tú haces parte de la cúpula de ese partido político?

- No, no hago parte de su séquito, pero lo importante aquí es la cantidad de votantes que logré conseguirle.

- Comprendo, no tienes relación alguna, que explique esto que tú llamas. .

- Publicidad política.

- No, se llama compra de votos, y es un delito grave.

- Para nada.

- No, si lo es, y podrías ir a prisión por ello.

- Si no me crees observa, por allá se ve un policía que también está consiguiendo votantes.

- Hmm, es verdad, entonces, si un funcionario público lo ejerce no es ilegal.

- Te lo dije, y bien, ¿puedo contar con tu voto?

- A cambio de un plato de lechona me dijiste, ¿no?

- Y una coca-cola litro.

- Ahí hay un inconveniente.

- ¿Cuál?

- Que no tomó coca-cola.

- ¿Por qué, no?

- Es dañina para la salud.

- Y una pepsi? Podría hacer una excepción contigo.

- Bueno, una pepsi estaría bien.

- Perfecto, solo resta que tras sufragar, me obsequies la constancia de votación para anotarte. .

- Un momento, ¿escuchaste eso?

- ¿Qué cosa?

- Ese sujeto está ofreciendo remuneración en dinero a cambio del voto.

- ¿Y?

- ¿Cómo qué, y?
El dinero es mejor que ofrecer comida a cambio.

- . . . . .

- Porque el dinero es atractivo para los hombres. Despierta su codicia.

- Tienes razón.

- Sabes que deberías hacer. Abandonar a este político tacaño y, en su lugar, ayudar al que está dando dinero.

- No es mala idea. Incluso me podría ofrecer un mejor pago.

- A propósito, ¿cuánto te pagarían acá?

- Dos platos de lechona, mas una coca-cola litro y medio.

- Increíble.

- Cierto, querían verme la cara.

- Por lo menos debieron ofrecerte una dos litros.

- Me has abierto los ojos.

- No hay problema.

- ¡Silencio! Oyes eso. . .

- ¿Hmm?

- La comitiva de ese candidato está ofreciendo un empleo a cambio de conseguir cierta cantidad de votantes.

- ¿Qué cantidad?

- Veinte votos.

- No son muchos, pero qué  trabajo ofrece?

- Recolector de café en una de sus fincas en Armenia.

- ¿En el eje cafetero?

- Ahí mismo.

- Bueno, tal parece que hemos hallado al caballo ganador.

- ¿Hemos, por qué hablas en plural?

- Simple, me atrae mucho el campo. De hecho, mis abuelos se dedicaban al cultivo de tierras, entonces, ¿qué me impide seguir su legado?

- Está decidido. Además si trabajamos juntos, conseguir esos cuarenta votos será sencillo.

Al finalizar las votaciones, ambos hombres habían logrado su meta trazada. Días después, tras llegar al lugar en donde serían contratados para tener el trabajo que por años les era esquivo. Fueron recibidos por encapuchados, que vestían  camuflado, y, que además, portaban fusiles.
La expresión de ambos hombres pasó del desconcierto, a la confusión, para finalmente comprender su situación.

Del grupo armado, un sujeto de estatura mediana se acercó a los dos visitantes, se arrodilló frente a ambos, inspeccionó el calzado de los dos hombres y, tras esta operación, se levantó del suelo y emprendió camino hacía el interior de la hacienda.

Pasados unos quince minutos, a lo lejos, de una rudimentaria choza de madera, con techo de paja, salía otro hombre de apariencia ruin y descuidada. Llevaba consigo algo que solo fue perceptible al acercarse mas; dos cajas de cartón que, por sus dibujos indicaban contener cada una, pares de botas preparadas para los recien llegados.

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