Reseña: El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vázquez

 


La figura de Pablo Escobar Gaviria, inclusive hoy, a mas de veintiocho años de ser asesinado. Sigue despertando morbo e interés en todo el globo.
No por nada el que en su momento llegara a ser el mayor narcotraficante del mundo, y, que, en un período que se perpetuaria durante años, sería el artífice intelectual de todo el terrorismo, sangre y muerte que sometiera a todo un país.

Su deceso ocurriría el 2 de diciembre de 1993 en el tejado de una vivienda en Medellín, Antioquia; Colombia.
Muerte ocasionada por el accionar de un arma de fuego durante un operativo que involucraria tanto a ex aliados, enemigos, DEA y fuerza pública.

Tras su muerte, aún hoy en pleno siglo XXI, el nombre de este capo líder del extinto cartel de Medellín. Aún es inspiración para la realización de  innumerables trabajos. Desde series para televisión-o servicios de streaming como netflix-, películas y obras literarias.
Entre estas últimas, como dato curioso, se hallan libros escritos por el mismísimo sicario número uno de Escobar: Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye.

Asi mismo, Pablo Escobar era un personaje lleno de excentricidades, llegando a incursionar brevemente en el mundo de la política. Poseer un territorio que abarcaba una extensión que rondaba las 1600 hectáreas, la conocida hacienda Nápoles.
Y traer ilegalmente a Colombia tres hipopótamos hembra y un macho para su propio zoológico.
Esta última extravangacia al día de hoy sigue trayendo repercuciones al ecosistema debido al daño que produce una especie invasora.


Galardonada con el premio Alfaguara en el año 2011.
El ruido de las cosas al caer del colombiano Juan Gabriel Vásquez, parte su narración con la descripción de un hecho acontecido durante el mes de Junio del año 2009. Cuando con disparos de balas de calibre .375, uno en la cabeza y otro en el corazón. Se daría de baja a uno de los hipopótamos pertenecientes a la hacienda Nápoles, que se encontraba en fuga. A partir de aquí nos adentramos en la vida de Antonio Yammara, un profesor universitario de Derecho.
Poco a poco el lector pasa a ser testigo del diario vivir de este docente, que intercala la educación con el pasatiempo del billar.
Su existencia podría resumirse en impartir lecciones a jóvenes interesados en ejercer la abogacia, tener encuentros extracurriculares con alumnas que buscan mejorar sus calificaciones y asistir con suma regularidad a los billares.
Entonces será en este lugar donde convergen el humo de cigarillo, las apuestas de dinero y el alcohol. Donde Antonio Yammara conocerá a Ricardo Laverde, un personaje enigmático que despertará en él una gran obsesión.

Llegados a un punto de inflexión en la narración, el lector continúa siguiendo los pasos de Yammara, pero en esta ocasión al ver como su vida tiene un cambio de 180º grados: una ex alumna con la que tuvo amorios le confiesa estar esperando un hijo suyo, ambos deciden tener a la critura y formar una família y Yammara se convierte en padre, proveedor y responsable de dos mujeres.
Sin embargo, para Antonio su nueva vida comienza a tornarse monótona y banal. Así que, queriendo revivir viejos tiempos retorna a los billares que solía frecuentar, encontrándose nuevamente con aquél hombre que le dejara intrigado desde su última interacción.
Ricardo Laverde al no tener mas a quien recurrir, le pide a Yammara ayudarle a encontrar la manera de escuchar un cassette de índole personal lo mas pronto posible. Antonio, aunque extrañado ante esta proposición accede  ayudarlo, llevando a Ricardo a un lugar donde amantes de la literatura y la poesía escuchan grabaciones sentados cómodamente en sofás.
Tras escuchar la cintan Laverde entre lágrimas se resquebraja, parte del lugar mientras Yammara se encontraba absorto escuchando un poema -antes de haber notado como Laverde lloraba-, y, este último, al notar la ausencia de Ricardo lo sigue para saber la razón de su estado.
Una vez en la calle, durante el atardecer bogotano, mientras la muchedumbre agolpaban las calles en hora retorno. 

Los hombres, tras Yammara estar a escasos pasos de alcanzar a Ricardo. Sufren un atentado sicarial. Desplomandose ambos sobre el asfalto capitalino, al recibir disparos de bala.

Como la idea es incentivar la lectura, me parecen suficientes spoilers para despertar el interés.

A partir de esta circunstancia, la novela se embarca en el desarrollo del personaje protagonista. Sus mas profundos temores e inseguridades salen a la luz tras el atentado.
La estabilidad de su matrimonio se ve envuelta en una incertidumbre continúa debido a la insistencia de Yammara de no desprenderse de su pasado, si no todo lo contrario, adentrándose mucho mas en él.
Y la narración sufre un interesante cambio al introducir flash backs que nos desvelarán todo ese pasado del personaje de Ricardo Laverde: su infancia, família, ambiciones, romances, etcétera.

Si tuviese que describir en tres palabras esta obra, sin temor a equivorcarme serían: Thriller, intriga y zozobra.
Recordandome a las novelas Leviatán, de Paul Auster y Estrella distante, de Roberto Bolaño.
Obras donde también la inescrutable figura de un personaje consigue despertar una fascinación en el personaje principal -y narrador a su vez-. Tal interés que sin importar que afecte sus vidas, la obstinación por respuestas es mayor.

Respecto a la novela en sí, destaco el desarrollo de personajes -incluyendo aquéllos de menor relevancia- tan detallado: infancia feliz, adolescencia marcada por la violencia y adultez que arrastra consigo fantasmas del pasado.

La narración aunque por momentos se torne pausada, logra mantener el interés por conocer la resolución del conflicto principal. Ese enigma que cubre al personaje de Ricardo, y como todo que se relaciona con él, termina de una u otra manera envuelto y afectado.
Aquéllas historias que se nos relata: su construcción, trasfondo, conexión y clímax. Destacan notablemente.

Sin embargo, el desenlace de la historia -tras mas de doscientas páginas leídas-  podría describirla como anticlimatica, simple e incluso decepcionante.
Al menos desde mi perspectiva, no puedes darle un final así a tal género. Un thriller que mantiene una zozobra y tensión durante toda la narración, no puede culminar abiertamente. 

¿o cómo se sentiría presenciar un caso no resuelto de Sherlock Holmes?


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