¡Que viva la música! De Andrés Caicedo


 

Aclaro algo: detesto la rumba y el bullicio.

La música en exceso no es recomendable o sana.


Andrés Caicedo(1951- 1977)
Mostrando un gran interés hacía las letras, el cine y el teatro, Andrés en 1966 escribiría la que sería su primera obra de teatro, titulada Las curiosas conciencias; mismo año en que se publicaría su relato "Infección".
Años mas tarde fundaria el Cine-Club de Cali junto con Luis Ospina, Ramiro Arbeláez, Carlos Mayolo y Hernando Guerrero. Primeramente este operaria un tiempo en una propiedad de Guerrero. Luego se trasladaría a otras locaciones para finalmente quedar en el Teatro San Fernando.
El 4 de marzo de 1977 tras recibir editado un ejemplar de la que sería su única novela "¡Que viva la música!". Se quitaría la vida al ingerir intencionalmente 60 pastillas de Secobarbital.

Sobre la muerte de Caicedo, Alberto Fuguet(escritor y guionista) dice:

"Caicedo es el eslabón perdido del boom. Y el enemigo número uno de Macondo. No sé hasta qué punto se suicidó o acaso fue asesinado por García Márquez y la cultura imperante en esos tiempos. Era mucho menos el rockero que los colombianos quieren, y más un intelectual. Un nerd súper atormentado. Tenía desequilibrios, angustia de vivir. No estaba cómodo en la vida. Tenía problemas con mantenerse de pie. Y tenía que escribir para sobrevivir. Se mató porque vio demasiado".


Que viva la música: una visión introspectiva de los flagelos y delirios adolescentes.

《Soy rubia. Rubísima. Soy tan rubia que me dicen: "Mona, no es sino que aletee ese pelo sobre mi cara y verá que me libra de esta sombra que me acosa". No era sombra sino muerte lo que le cruzaba la cara y me dio miedo perder mi brillo.
Alguien que pasara ahora y me viera el pelo no lo apreciaría bien. Hay que tener en cuenta que la noche, aunque no más empieza, viene con una niebla rara. Y además que le hablo de tiempos antes y que... bueno, la andadera y el maltrato le quitan el brillo hasta a mi pelo.》

María del Carmen Huerta, nuestra rubia protagonista. Sería el arquetipo hedonista femenino perfecto.

Excesos, arrogancia, cinismo, arrebatos, adicciones, malas decisiones, insensibilidad, autodestrucción, indiferencia y locura. Serían una parte del basto iceberg que describen su  figura.

Al inicio de la novela se nos describe a María del Carmen como una prometedora estudiente: Inteligente, capaz, con proyección; sin embargo, todo cambiará al dejar de lado el instruirse y edificar una carrera.

Un Vórtice de autocomplacencia, libertinaje y frenesí la arrastrará, debido al atractivo psicodélico y surreal que despierta la música en ella(melomania)

《La música es la labor de un espíritu generoso que (con esfuerzo o no) reúne nuestras fuerzas primitivas y nos las ofrece, no para que las recobremos: para dejarnos constancia de que allí todavía andan, las pobrecitas, y yo les hago falta. Yo soy la fragmentación. La música es cada uno de esos pedacitos que antes tuve en mí y los fui desprendiendo al azar》


Hace años había tenido mi primera experiencia con el autor vallecaucano, al descubrir su obra con la lectura grupal -de esas peculiares experiencias en clubes de lectura- de los relatos "Infección" y "Besacalles", ambos pertenecientes a su recopilación de cuentos titulada Calicalabozo.

En su momento, la impresión que tendría sobre su pluma sería algo superficial, teniendo en cuenta mi pobre conocimiento de literatura colombiana de ese entonces, sin mencionar los temas lúgubres y grises que plagan su obra -lo cual corroboré con la lectura de ¡Viva la música!-, y que en su momento poco o nada captaban mi atención.

Digamos que al vivir en un país tercermundista, donde tal nicho de podredumbre, desagravio, excesos, hipocresía e injusticias son el pan de cada día en prensa y televisión, entonces. . .
Sin embargo, hoy con un grado mas amplio de experiencia y criterio como lector -además de pertenecer mis últimas lecturas a la categoría de literatura colombiana contemporánea, donde las tramas no son de color rosa-. Pude hacer una evaluación mas profunda de Andrés Caicedo y su trabajo.

Primeramente he de confesar que me costó la lectura.
Aunque líneal, la narrativa  se torna fragmentada y cíclica durante gran parte de la obra.
No omitir la imperiosa nesecidad(o necedad) del autor al entremezclar las letras de canciones durante la narración, cuando al tiempo se describen: locaciones, personajes, encuentros, bailes y demás acciones.
En mi opinión, una mezcolanza que frena la lectura en lugar de hacerla vertiginosa(probablemente la intención del autor era dejar su sello característico)

Ahora bien, lo anterior, bajo el contexto de la trama se explicaría por tratarse esta de un relato hecho en primera persona por alguien en caída y decadencia. Una adicta que se escuda en la autocomplacencia que le generan los ritmos musicales, el frenesí del baile, el retardo del alcohol y las alucinaciones de distintos narcóticos.

Una lectura atípica a las que estoy acostumbrado a leer. Auténtica por su extructura, confusa en algunos pasajes, trepidante en cierto porcentaje y magnífica por su trascendencia, legado e influencia hacía otros escritores colombianos.

Tal vez, mayor sea el encanto de la novela en personas mas ligadas o conocedoras de los géneros musicales a que se hace referencia en la narración. Siendo la salsa y el rock and roll los mas trascendentes.

Si, tal vez.

Lo innegable es aceptar que es de esas lecturas que es indispensable estar familiarizado con su estilo. Sea para que se convierta en toda una experiencia literaria, o, en todo un desafío para el lector.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Reseña: Final del juego, de Julio Cortázar

Cormac Mccarthy: crudeza, desesperanza, maldad y reflexión

Reseña: La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio