Cormac Mccarthy: crudeza, desesperanza, maldad y reflexión


 

Cormac Mccarthy escribía por amor a su vocación. En absoluto le atraían los reflectores del reconocimiento, la fama y las apariciones en público.
Siendo solo hasta la publicación y posterior éxito de su novela Todos los hermosos caballos(1992) cuando algo comenzaría a cambiar en la vida de ermitaño y reserva hasta el paroxismo.
Una vez sus libros adquirieron interés en el público, las ventas no se hicieron esperar, los premios llegaron por montones y Hollywood empezó a cortejar.
Bajo esta situación su agente, no le quedó de instigarlo, y fue así como finalmente Mccarthy concede la primera entrevista de su carrera.

Mas adelante su distanciamento del público sería menor. Primeramente tras recibir el premio pulitzer por su novela The Road, también sería invitado al programa de Oprah Winfrey. Invitación que aceptaría sin recelos o prevención alguna.
A los 75 años algo parecería haber cambiado en el hasta entonces reservado escritor. La gala de los premios Oscar donde la adaptación de su novela No country for oldmen(2005) se consagraria con premios tan prestigiosos como el de mejor película y mejor actor principal, el escritor asistiría acompañado de su hijo de ocho años.

Llegando en un momento de su vida a manejar un destartalado camión para subsistir, le dedicaba tiempo a la escritura durante sus estadias en  hoteles de paso.
De su infancia se conoce que fue un niño inconformista, inteligente pero no amante de la literatura hasta ya la edad adulta; abandonaría en mas de una ocasión los estudios, siendo la última cuando ya había logrado licenciarse para dedicarse finalmente a la escritura.
Viviría de la entrega de relatos en revistas y periódicos hasta pasados los treinta años cuando publicaría la que sería su primera novela: El guardián del Vergel.

Harold Bloom afirmaria que la obra de Mccarthy no solamente se reducía a la novela. Si no que además, esta fácilmente podría considerarse como ensayos de crítica literaria.


BRUTALIDAD, TRISTEZA Y DEGRADACIÓN HUMANA

Cormac Mccarthy a diferencia de otros escritores poseía una autenticidad en su prosa donde radicaba lo directo, la economía del lenguaje y sus personajes tan bien logrados.

Si tuviese que describir la mayoría de personajes de las obras leídas del autor hasta el momento. Las personalidades variopintas o jocosas no tienen lugar alguno en estas páginas. Por otra parte, pareciera ser una constante que al igual que lo llano, árido e inmisericorde de ciertos parajes recurrentes en su obra. Las actitudes e ideales de la mayoría de sus personajes recaen en estas descripciones.
Como si el autor durante toda su vida ante tanta injusticia presenciada, sus personajes fuesen un claro reflejo de ello. La búsqueda entre las grietas de las ruinas algún resquicio de dignidad humana.

Los temas lúgubres e inmorales presentes en sus novelas aunque recurrentes no son lo único presente en las mismas.
En No country for oldmen la avaricia comanda a nuestro protagonista. Que al ver una oportunidad para hacerse con un botín le es indiferente la petición por agua de un hombre cosido a balazos y probablemente asado por las altas temperaturas; The sunset limited explora el intento de suicidio de un hombre en las vías del tren. Toda la novela es una intervención de un desconocido para que este suicida desista de su empresa. Siendo el pesimismo quien finalmente pareciera ser el vencedor; The road, considerada por la crítica su mejor trabajo. Aborda un tema como el canibalismo -transgresor por donde se le observe-, pero no es este o lo desesperanzador del invierno nuclear que se nos describe lo mas impactante de la novela. Todo lo contrario. Tras la lectura de la misma, una vez logras secarte las lágrimas con un pañuelo, es inevitable no percatarse que este libro es un vivido homenaje de Mccarthy hacía su hijo.

Descanse en paz maestro, su legado pasará a convertirse en clásicos de la literatura eventualmente. Su obra en fuente ilimitada de inspiración. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Reseña: Final del juego, de Julio Cortázar

Reseña: La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio